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Principio de Causalidad: Toda acción nace de una causa. Crear consecuencias provocando las causas adecuadas es controlar la propia existencia. El arte de moverse con voluntad en la espiral del caos.

sábado, 9 de enero de 2016

Mente Infinita.
 
En el centro de todo lo existente, mientras las demás personas danzan de forma entusiasta alrededor de la luz que alimenta su ilusión llamada de forma errónea vida, yo existo con mi abulia incesante desde el rincón lioso expuesto a la verdad. Es tan difícil encontrar una motivación después de entender aunque sea de forma parcial, la llaneza que compone de forma perfecta todo lo que se puede percibir.

Atosigante es la triunfante soledad que cincela en mi cabeza cada día. Es tan difícil aceptar la befa creada por mi propio inconsciente, pero mas difícil olvidar que soy el dios de voluntad amputada, reducido hasta la incapacidad mental, debiendo valerme de un plano físico reducido he ignorando la suntuosidad de mi propia creación.

Y todo esto no sería tan insoportable, de no ser por la certeza de saber que soy una entidad señera, y que todo lo que pueda llegar a querer, no es mas que un apéndice de mi mente, sin vida fuera de mi existencia, y que el amor hacia mi alrededor no es mas que un acto ególatra. Aún no logro asimilar, el dolor es inmenso en mi interior, el saber que no eres parte de la Verdad, y si mi mente desaparece, tu Ser se desvanecerá junto con el viento, junto con el cielo, junto con mi deseo de vivir.


sábado, 19 de julio de 2014

Desesperanza y anhelo

-¿Por qué sufres?-

-Porque estoy solo, y antes no lo estaba-

-¿No te gusta la soledad?-

-Es mi inspiración, siempre alimentó mi alma-

-¿Por qué ya no sientes como antes?-

-Conocí la felicidad-

-¿Felicidad? Eso no existe-

-¿Y el amor?-

-Eso es distinto-

-Puede ser, pero llenó mi alma-

-Eso no es bueno, tu alma debe ser completa por sí sola-

-Antes estaba solo, y ahora también-

-¿La diferencia fue el amor?-

-Quiero encontrar mi árbol-

-¿Es tu afán?-

-Ya no hay árboles, todos fueron talados-

-Siembra uno-

-¿Sembrar mi árbol?-

-Escoge el lugar, escoge la semilla, cuídalo, pódalo, míralo crecer todos los días-

-Si dedico tanto tiempo a ello, me apartaré de las personas-

-Al contrario, cuando vean crecer tu árbol se acercarán a verlo-

-Tampoco me interesa la mayoría de las personas-

-Puedes escogerlas-

-Solo quiero que se acerque una persona-

-¿Qué es lo que quieres exactamente?-

-Reír, llorar, crecer, envejecer. Bajo la sombra de mi árbol, y que esa persona sonría, llore, crezca y envejezca también bajo su sombra. Quiero que veamos el último atardecer sentados, apoyados en su  tronco. Quiero cerrar mis ojos por última vez sintiendo el calor de esa persona a mi lado. Quiero que mi corazón descanse mientras las hojas verdes caen sobre mi cabeza, y que esa persona pueda permanecer siempre bajo ese gran árbol.-

-¿Y si esa persona se va primero?-

-si esa persona acepta quedarse bajo mi árbol, nunca morirá, siempre vivirá para mí-

-Pues no te desanime, tienes una vida hermosa que construir-

-Aún no puedo, el sufrimiento no me deja-

-Acéptalo, acepta sufrir, acepta estar solo, consúmete en lo brazos de la desesperanza. Vive pensando que estarás solo por siempre-

-Yo no quiero eso-

-La vida no siempre nos da lo que queremos-

-Pues, le daré la espalda a la vida, y esperaré que esa persona regrese-

-No entiendes-

-sí, no entiendo a mi corazón pero sé que está muriendo-

-No tengo más que decirte-

-Estoy acostumbrado al silencio, siempre ha sido mi mejor consejero, déjame entonces. Esperaré silenciosamente a que regrese, tiene que regresar, sé que va a regresar-















Caído

Quién podría haber llegado a pensar,
Tan siquiera vagamente imaginar,
La tragedia acontecida  a ese hijo bastardo
Producto de la luz del atardecer  rojizo
Y la penumbra grisácea noche.

No debe existir pena superior al alma
Sin embargo, algunas poca veces
La vida es injusta aunque siempre perfecta
¡Lástima! La peor sensación humana
Nadie merece ser un cuerpo lastimero

Contemplemos al desdichado con dignidad
¡Sí, miren como se arrastra en el lodo!
El que no puede levantarse aunque intenta
No puede porque no tiene corazón
Lo apostó todo y perdió

Solo esperemos, que la fría noche inminente
No lo alcance en el suelo de sus lamentos
Sería de una tristeza insoportable a cualquiera
¡Sé valiente muchacho!
Si te alcanza la noche recuerda que aún puedes llorar

Llorar en la oscuridad
En un espectáculo horroroso
Tu llanto se perderá entre las risas
Todos los ignorantes sonríen
Ellos no saben nada.

Tranquilo muchacho
Como quisiera decir eso
Como quisiera amarte, que alguien te amara
Alguien será feliz en lugar tuyo, así juega la vida
Ya oscurece, tranquilo, yo escucharé tu llanto.









  

viernes, 6 de julio de 2012

CATEDRALES GOTICAS



Ápices de piedra esculpida con incrustaciones de gemas coloridas, actualmente gozan del prestigio, admiración y veneración en todo el mundo; ¿Quién no siente esa sensación extraña al mirar una de ellas? Es como si transmitieran una mezcla de misterio, paz, y gloria con solo apreciar su estructura; pero a pesar de ese innegable efecto que pueden producir en muchas personas, en nuestros días, solo se piensa en ellas como monumentos esplendorosos producto de la fe hacia Dios. 

Las catedrales, esos templos que se erguieron en  uno de los periodos más oscuros en Europa, y que hasta hoy aún perduran, silenciosas, pero deseosas de que podamos leer en sus cuerpos, la esencia de toda una tradición.  La catedral gótica es la piedra angular en donde se expresan las vidas, creencias, fiestas, temores, injusticias, esperanzas e historias, de un pueblo que decidió moldear su humanidad de forma no planeada, en una ofrenda a los cielos.

Lo que distingue a una catedral gótica

La catedral gótica posee varios elementos que distinguen su estilo arquitectónico; hay que tomar en cuenta que anterior al gótico, las construcciones, incluyendo los edificios religiosos en Europa, provenían del estilo clásico romano, por lo que este, se tomó como base para la nueva forma, modificando ciertos componentes.

Arcos ojivales y bóvedas de crucería

Los arcos, en lugar de constituir una semi-circunferencia, adoptan una deformación llegando a ser puntúos. Estos arcos situados como terminación en la parte superior de los pórticos también son utilizados para formar la estructura que soporta la bóveda o “cielo” de la iglesia, cruzando varios arcos entre sí.

Esta innovación, se debe a razones funcionales, ya que,  los arcos en forma de ojivas soportan mas el peso, distribuyendo la fuerza sobre ellos en una línea vertical que recae en los pilares, lográndose así poder construir bóvedas de piedra y no de madera, además de que ya no se necesitó construir muros tan gruesos para soportar el peso de los materiales sobre ellos, también se lograron abrir grandes espacios para ventanales y pórticos en las paredes, y se podían hacer construcciones de mayor altura.


Imagen 1.

Con esta nueva aplicación parecía que se podía realizar muros tan altos que se podía llegar al cielo, y así lo pensaron los constructores de la época, hasta que se encontraron un problema.
Los arbotantes

La tentación de poder construir iglesias tan altas como para poder estar más cerca de Dios, hizo que no se tardara en elevar muros de gran altura, pero muy pronto otra limitante apareció. A mayor altura sobre el suelo, con más fuerza golpea el viento, y así lo hacía sobre los muros de las construcciones; la solidez horizontal en las alturas que se había logrado superando el empuje gravitacional, no era suficiente, ahora una fuerza vertical golpeando las altas paredes parecía poner límite al ensueño de la arquitectura gótica.

Sin embargo apareció un elemento que terminó siendo característico del estilo gótico. El arbotante es un contrafuerte, que se encuentra en el exterior de las naves, su función es trasladar el peso de las bóvedas hacia ellos, alivianando así el peso sobre los muros. Su forma es de medio arco, este por lo general está ubicado de forma inclinada si funciona como arco exterior de descarga.

El arbotante nace en la base de la bóveda de crucería y se dirige hasta el suelo, apoyado en dicho suelo por un estribo o botarel, en el caso de bóvedas externas. Pero la nave central también posee arbotantes que se extienden hasta los muros laterales.


Imagen 2.

Con la invención del arbotante, se logró reforzar los muros de las construcciones sin tener que engrosarlos o disminuir los espacios abiertos en ellos. Es importante mencionar que el arbotante es un elemento de la arquitectura ojival no por su forma ni su función en sí, más bien lo es porque busca resguardar un elemento gótico, que es la clave para la belleza de sus catedrales: la luz proveniente de los grandes vitrales que se lograron implantar en los muros alivianados.

Pináculos o terminaciones exteriores

El pináculo es una forma de pilar o torrecilla decorativa y que se coloca en la parte superior de los arbotantes (ver Imagen 2), tiene forma piramidal o cónica generalmente. Es como si se buscara siempre alcanzar el cielo hasta el último intento. Estas terminaciones se presentan también en la fachada de muchas catedrales, como culminación de cada uno de sus niveles de altura.

El comienzo de la arquitectura gótica

El arte gótico se desarrolló en la baja edad media de Europa, entre la segunda mitad del siglo XII hasta el siglo XV. Es en este período en el cual nace la burguesía, se abren muchas rutas comerciales con oriente y se desarrollan las cruzadas, por lo que Europa empieza a florecer.
Un antecedente del estilo gótico como tal, fue el implementado en la construcción de los monasterios de la Orden de Cister, formada por San Bernardo en 1112. Se modificó el estilo románico, llegando a utilizar arcos de ojiva. Cabe destacar que la orden de Cister no dio origen por si sola a la arquitectura gótica, pero sus construcciones fueron un punto de partida para los maestros constructores de la época.   

En la construcción de una catedral medieval, había participación de todos los estratos sociales, claro que la iniciativa era religiosa, pero no por ello toda la financiación y elaboración de la obra recaía sobre el obispado o monasterio.

Desde los nobles y reyes, hasta los campesinos y artesanos participaban en el levantamiento de las catedrales. Principalmente el dinero para las obras provenía de los ingresos que generaban los prioratos, monasterios y obispados, como lo eran la renta de tierras, la productividad del ganado y de todos los recursos naturales pertenecientes a una sede religiosa.

También gran parte se obtenía de los regalos, donativos y concesiones que hacían los nobles como muestra de su fe y devoción a la iglesia.

Justamente la iglesia se interesaba en construir catedrales para manifestar su poder religioso, y para extender la fe cristiana, provocando peregrinaciones hasta sus templos, una catedral esplendorosa era la mejor manera de incentivar la fe del fiel, ya que no debía escatimarse en cuanto a las ofrendas a “Dios” se trataba.

Los nobles a su vez, encontraban por medio de donaciones generosas, su salvación del infierno ya que, se les concedía perdón a sus pecados al contribuir a las obras materiales para Dios. Pero no solo estos motivos eminentemente espirituales movían a que los nobles quisieran contribuir a la elaboración de una enorme catedral, los motivos políticos y comerciales tuvieron preponderancia. Una catedral en el Medievo, se convertía en el centro de una ciudad en donde todo se movía a su alrededor, por lo que, una gran actividad comercial se lograba consolidar al tener una sede religiosa. También era una eficiente manera de mantener el control político y militar entre los territorios de su propiedad, el tener una catedral cerca, daba constancia de su fe hacia Dios, lo que le otorgaba prestigio.

En lo referente a la construcción propiamente dicha de la catedral, hay que indicar como toda la población participaba de una u otra manera.

Los trabajadores de piedra (canteros) quienes eran los encargados de escoger el tipo de roca a utilizar para cada parte de la edificación, y quienes moldeaban y le daban la forma tanto a los grandes bloques destinados a los muros y pilares, como los que esculpían las figuras decorativas, estas funciones ya eran una profesión en la época. Los carpinteros, vidrieros, peones; ciertamente la construcción de una catedral era una tarea enorme, que involucraba a gran cantidad de trabajadores de distintos oficios.

Muchas veces, los lugareños comunes acudían también a prestar sus servicios en aras de la obra divina, tal y como lo expone Ken Follett en su novela y obra maestra Los Pilares de la Tierra. Era una gran ocasión poder expurgar pecados a cambio de colaborar a levantar un templo de Dios.

El proyecto para crear una catedral, era sin duda un acontecimiento importante, como se mencionó con anterioridad, las actividades giraban en torno a la construcción. Su levantamiento necesitaba de grandes periodos de tiempo, por lo que los trabajadores debían prácticamente vivir en sus alrededores, y si había trabajadores cerca, los comerciantes estaban cerca, si había comerciantes existía un mercado y con ello mas afluencia de personas compradoras y negociantes. En fin, el lugar se convertía en zona de prosperidad.

Las fiestas del pueblo en las catedrales.

Si se explora un poco más a profundidad las costumbres de antaño, queda al descubierto como en la edad media las catedrales eran centros de reuniones y acontecimientos más que solo para oficios religiosos.  

Muy seguido los juicios y ejecuciones se realizaban frente a las catedrales, en los pueblos pequeños era el mismo prior u sacerdote quienes se encargaban de la condenatoria para los maleantes. Las personas se reunían para apreciar las muertes por hoguera o ahorca frente a la catedral, parecía que castigar a los infractores de la ley frente al pórtico de una catedral, era como hacerlo ante los ojos de Dios, y así recordar a todos los demás obedecer los mandatos divinos.

Pero también las catedrales eran escenario para otro tipo de espectáculos no tan macabros, las fiestas del pueblo, de las cuales muchas eran paganas se realizaban en las catedrales. Como expone  Fullcanelli en su escrito El Misterio de las Catedrales el pueblo se divertía con sátiras religiosas, y obras obscenas, con personajes desnudos  danzando y gritando, así como emulaciones de dioses antiguos del Olimpo y otras creencias, ejemplo de ello eran La Fiesta de los Locos y La fiesta del asno. Todo el fervor y picardía del pueblo se veía reflejado en sus fiestas, y estas chocantes actividades se llevaban a cabo en las catedrales góticas.

  

 
       
      




miércoles, 11 de enero de 2012

REQUIEM POR LA VIDA


Ese día me levanté temprano, en realidad no pude dormir en toda la noche, así que, al escuchar el cántico de los pájaros decidí levantarme. Al poner los pies en el suelo tuve esa sensación extraña, me fue inevitable, después de todo sería la última vez que podría levantarme.

Para este día pensé mucho en lo que comería, pero, no tenía hambre, no podía tratar de comer. Decidí entonces terminar de leer mi libro, me faltaba poco para darle fin, dejé la conclusión para este día, era Fausto de Goethe, me encanta ese libro, y aunque ya lo había leído antes, quería rememorarlo de nuevo, de alguna forma siempre sentí que mi vida se parecía a la del personaje, quizá por eso quería leerlo otra vez.

Antes de terminar mi lectura, y ya en la temprana tarde, era hora de ver una película, el cine siempre fue uno de mis amores, y no podía dejar pasar la última oportunidad de ver una buena película, después de pensar un poco me di cuenta que volvería a ver El camino a casa, una de las historias más simplemente hermosas que haya visto, es contada de forma tan sencilla que alcanza la perfección.

Nunca antes había sentido que el tiempo avanzara tan implacable, ese viejo tren no se detiene ni en tus últimos momentos. Ya era momento de salir, caminar hasta lo alto de la colina verde y recostarme sobre el gran árbol, solo llevaría conmigo el Fausto y la última canción, desde luego luciría mi mejor atuendo: mi sombrero de copa, mis botines, mi chaleco gris, mi camisa blanca, y mi saco y pantalón negros.

Recostado sobre el tronco del gran árbol, me propuse terminar mi libro, con cada página que pasaba el sol descendía más hacia las montañas

Todo lo que ha ocurrido

es sólo una parábola.

Lo que es inalcanzable

se convierte en suceso.

Lo que es indescriptible

se ha realizado aquí.

Lo eterno-femenino.

nos permite avanzar.

Hice sonar entonces la melancólica melodía, mi última canción, no era un réquiem porque esos son para que las personas que acompañan al muerto le rindan homenaje, pero en ese momento no había nadie a mi lado.

Y así debía ser, porque el íntimo momento para la comunión interna solo se alcanza en soledad. Y en esos últimos momentos la persona debe procurar sentirse parte del Todo.

Madre, padre, hermanos, amigos, mi amada, puedo verlos de la manera más hermosa con el recuerdo de mi corazón, y no con lágrimas y caras feas frente a mí.

Sonaba por última vez la canción del Lilium, y al terminar, el silencio ensordecedor se apoderó del espacio, el sol casi caía, la falta de sonido me dejaba apreciar la melodía de la vida, y no quería cerrar mis ojos, había planeado acabar junto con la luz del día, pero no podía soportar más, algunos piensan que es más digno morir con los ojos cerrados, yo no quise cerrarlos, al fin y al cabo, es la última oportunidad de ver el mundo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Cuento de Amor

Suaves gotas de lluvia eran las lágrimas del triste atardecer desteñido, todo el
lugar empezaba a verse cada vez menos, mientras el frío y la niebla
penetraban en cada árbol, en cada planta, en cada rincón del pequeño valle
oculto entre las montañas. Preparaban el arribo de la penumbra, que duraría
hasta que el sol tomara su carruaje nuevamente y ya descansado, iluminara
con vida todo lo existente.

Ahí, en el pobre camino, pegado a la ventana del automóvil en movimiento, un
alma deprimida y melancólica yacía atrapada dentro de un cuerpo afligido con
un mal incurable por cualquier medicina, con una pena proveniente de lo más
profundo de su corazón, de su pensamiento; el mal de no encontrar alegría en
la vida. Mientras el paisaje pasaba ante sus ojos pensaba, porque era lo único
que no podía dejar de hacer, ocultarse dentro de sí mismo era la mediocre
solución que había encontrado para no ser abrumado por el lento y lastimero
pasar del tiempo. Ahora también pensaba…

- Hemos llegado- dijo el padre- todos abajo, hay que desempacar antes de que
anochezca.

La familia bajó rápidamente del automóvil, y antes de que los grillos empezaran
su cantar, todos estaban inspeccionando las instalaciones de la vieja casa,
escogiendo que habitaciones tomaría cada quien. La más grande para papá y
mamá seguramente, las dos hermanas compartirían estancia, y Lucas podría
acomodarse en cualquier otra, la verdad no le importaba mucho. Estaba de pie
en el pasillo con su equipaje en la mano, inmóvil, pensativo… como siempre.

-¡Vamos hermano anímate! Estas vacaciones deben ser geniales.- dijo una de
las chicas mientras pasaba corriendo frente al él

Ya todos se habían acostumbrado a la pasiva y deprimente actitud de Lucas,
hace mucho que ya sus padres no intentaban remediar lo que fuera que
oprimiera la alegría de su hijo. Simplemente procuraban que tuviera todo lo
necesario, y ya que Lucas seguía asistiendo al colegio, no había mayor
problema con su comportamiento. Pero una persona si se inquietó por el
muchacho de pie en el pasillo, era una vieja anciana que vivía y cuidaba la
casa todo el tiempo, y era la que se encargaba de recibir y atender a
visitantes, como los presentes.

-Joven, joven. ¿No sabes cual habitación escoger?- dijo acercándose, y con
voz ronca la anciana.

-No se preocupe señora, cualquiera está bien para mí, solo espero que mi
familia se acomode para saber cual cogeré yo.

-Um…-la anciana pareció dudar de las palabras de Lucas- No es bueno que un
chico tan joven como tu, no tenga la ambición de escoger la habitación que
mas le agrade, debes siempre decidir que es lo que quieres en la vida, y una
vez hecho eso, luchar por alcanzarlo.

Y sonriendo, lo tomó del brazo y lo sacó del pasillo llevándolo escaleras abajo,
cruzaron la cocina y llegaron a un pequeño aposento en la parte trasera de la
vivienda.

-Ya que no sabes decidir, deja que esta vez yo escoja por ti, quédate en este
cuarto, es mas acogedor que lo otros, y se oye el sonido de la lluvia, puede que
te ayude a conciliar mejor el sueño, y además… quien sabe.

Y dicho esto, la anciana lo dejó a solas dentro de esas cuatro paredes, Lucas
pensó que no estaba mal permanecer ahí, por lo que desempacó y pronto
acudió al comedor con el resto de la familia.

Al día siguiente, muy temprano todavía, Lucas fue despertado por el ruidoso
sonido de un colibrí intentando entrar por la ventana. No debían ser más de las
cinco, pero ya no podría volver a dormir. Se acercó y miró por el cristal, un
hermoso jardín de rosas rojas y blancas, salpicado por margaritas tan coloridas
como el sol y dalias tan grandes como platos, un césped verde y vivo bañado
por los pétalos de las rozas al caer, y pequeños olivos un poco descuidados,
era la imagen que se dibujaba desde el cristal. Lucas como queriendo apreciar
mejor, abrió la ventana, dejando que el frió pero limpio aire mañanero golpeara
su rostro aún adormilado, mas colibríes y otros pequeños pájaros danzaban
entre las flores y el césped del pequeño jardín. Sus cánticos por alguna razón
hicieron que Lucas por una mañana al menos no pensara…

No tardó en decidirse y salir para caminar un poco por el jardín, aún faltaban al
menos unas tres horas para que su familia despertara, y después de todo, no
tenía otra cosa que hacer. Siempre con su semblante triste, miraba de cerca
las coloridas rosas, y se entretenía asustando a los pajaritos que necios se
seguían acercando a las flores a pesar del intruso que había aparecido.

Pronto notó que las hileras de rosas hechas de forma descuidada, formaban un
camino que se adentraba entre la vegetación mas salvaje que rodeaba la casa.
Con curiosidad por saber a donde lo llevarían las flores, caminó entre los
matorrales, cubriéndose el rostro con un brazo y apartando la maleza con el
otro. Casi sin darse cuenta, los árboles y ramas altas quedaron atrás después
de un poco caminar. Y lo que ahora veían sus ojos era otro aún más hermoso
oasis de flores y colores, atravesado por un pequeño riachuelo que descendía
de una mini catarata, y rodeado por una pequeña loma, el lugar era un valle
dentro del gran valle montañoso. Su armónica hermosura era singular, y los
débiles rayos de luz que empezaban a calentar la tierra parecían contribuir más
al encanto extraño del lugar.

Mientras aún apreciaba el agua del riachuelo moviéndose, Lucas escuchó unos
pasos que provenían de entre la maleza. Y una figura de pronto se dejó ver.

-¡Ah, Me asustaste!, nunca pensé ver a alguien por aquí tan temprano en la
mañana. Ahhhh ya está. ¡Buenos días entonces!

Lucas respondió de inmediato –Disculpa no quería asustarte. Buenos días. Yo
soy Lucas, y estoy de vacaciones en la cabaña de aquí cerca- Era una chica
con quien hablaba, una dulce muchacha vestida con un vestido floreado y un
sombrero de ala ancha.

Muy temprano todavía, Lucas fue despertado por el ruidoso sonido de un colibrí
intentando entrar por la ventana. No debían ser más de las cinco, pero ya no
podría volver a dormir. Se acercó y miró por el cristal, un hermoso jardín de
rosas rojas y blancas, salpicado por margaritas tan coloridas como el sol y
dalias tan grandes como platos, un césped verde y vivo bañado por los pétalos
de las rozas al caer, y pequeños olivos un poco descuidados, sí, esa era la
imagen que permanecía en el cristal desde ya hace tantos años.

Se levantó entonces Lucas sin más remedio, ese sería el último día, la hora de
la despedida final, su querida, su amada Lidia desaparecería de su lado para
siempre. Lucas se mudó y puso los zapatos con un nudo en la garganta, y con
el corazón lagrimoso por sentir tanta pena. Parecía que el día se acoplaba al
sentir del pobre hombre, ya que el sol parecía palidecer ante la espesa neblina
de esa mañana.

El jardín que miró por primera vez en su adolescencia, desde ese mismo
cuarto, permanecía igual de vivo a pesar de los años. Claro, Lucas se había
encargado de cuidarlo todo este tiempo, sino de forma personal, siempre
procuró que alguien velara por su mantenimiento. Las flores, las aves, todo eso
le recordaba a Lidia, tanto le gustaban. Atravesó con alma oscura ese jardín,
Lucas camino al pequeño oasis en medio del gran valle, el pequeño valle
dentro del valle en donde había conocido a Lidia, y donde ahora la despediría.
Al llegar, lo esperaba todo el solitario paisaje, el pequeño arroyo siempre de
agua limpia, el césped verde y mojado por el sereno, y los siempre sonrientes
retoños florales. Pero además, otro elemento estaba presente en el escenario:
una caja negra, del tamaño de una persona adulta, sostenida unos cuantos
centímetros del suelo por unos pequeños soportes. Su interior parecía lleno de
cientos de rosas blancas, pero solo guardaban la apariencia de eso, porque
realmente tan solo cubrían el verdadero contenido.

Se acercó Lucas a la caja, miró un instante el rostro que sobresalía sobre las
flores, y luego quitó la mirada. Tomó una pala, que estaba recostada al costado
de la caja y empezó a remover más que el césped verde del suelo, empezó a
cavar un hoyo en la tierra.

- Recuerdas cuando nos conocimos, fue una mañana como hoy, bueno, el sol
estaba mas alegre, ambos éramos jóvenes, niños casi. Yo, un joven deprimido
sin amor por la vida, y tú… tú irradiabas vida desde tu interior, tú mirada, tú
sonrisa, todo de ti era alegría y gracia.

Me cambiaste la vida Lidia, no, fuiste mi vida, yo he vivido hasta ahora por ti.
Como nos gustaba pasar las horas en este jardín mágico y secreto los dos,
sentados, mirando al cielo, juntos pero sin necesidad de tocarnos, sin tan
siquiera tomarnos de las manos. Simplemente bastaba con existir uno a la par
del otro en medio del melancólico paisaje. En verano como en invierno, yo
siempre disfrutaba de venir a verte. Hace mucho que dejé de preguntarme
porqué nunca nos vimos en un lugar a parte de este oasis. Soy un loco, y no sé
si todo lo que vivimos realmente pasó. Yo venía cada vez que podía de la
ciudad a estar contigo. Nunca fue necesario traer a nadie mas, nunca le hablé
a nadie sobre ti. Yo siempre fui feliz con poder verte en medio de este pequeño
lugar. Aquí jugamos, reímos, lloramos, nos besamos, ¡vivimos!
Pero eso se acabó, ahora cabo tu tumba, y lo hago en este mismo lugar,
porque este ha sido nuestro pequeño mundo, tú no encajarías en otra parte,
jamás intentaría llevarte a otra parte, debes descansar junto a las flores que
tanto de gustaban-

Terminó Lucas de cavar el hoyo, rodeado por la soledad del lugar, era el
momento de depositar a su amada, miró entonces la gran caja negra y dijo:
-No, no debes estar aislada de la tierra y de su vida- La tomó entre sus brazos
y la sacó del estrecho ataúd. Ingresó Lucas con cuidado en el hoyo que le
llegaba un poco más arriba de la cintura, y sosteniendo a Lidia en sus brazos la
contempló nuevamente, y por primera vez en toda la mañana, sus ojos se
humedecieron.

-Lidia… ¡Ay por Dios! ¿Porqué? Ya no podremos estar sentados uno junto al
otro sobre este suelo sagrado. ¿Y tu sonrisa? ¿Ya no la escucharé? Y ya no
estoy seguro de si pueda regresar a este lugar sabiendo que no estarás, pero
tampoco puedo dejar de venir porque mi alma se secaría. ¡Oh mi amor! Ya es
el momento.

Y con delicadeza, Lucas depositó el cuerpo en el negro suelo. – Ayer en la
mañana cuando vine a verte, y te encontré tirada en medio del rosal sin vida,
sabía que tenía que esperar hasta la mañana siguiente para hace esto. Pero ya
no quiero hacerlo, no quiero dejarte.-

Entonces Lucas acercó su rostro al de Lidia y la besó en los labios, recobró
fuerzas entonces para salir del hoyo sin ella y empezar a rellenarlo con tierra.
Pronto terminó, el trabajo estaba hecho. Y Lucas probablemente destrozado de
por vida. Se tomó un instante para mirar todo su alrededor, en cada rincón de
ese pequeño valle había un recuerdo de él junto a Lidia. La mañana avanzó
lentamente y Lucas permaneció de pie, casi inmóvil. Pero al fin soltó la pala de
sus manos y decidió alejarse no sin antes pensar y decir en voz baja:

-¿Ahora… que hago?-

miércoles, 9 de marzo de 2011

Mi dulce Jardín

Todo el día y cada noche, las flores permanecen felices. Siempre alegres, no les importa que las queme el sol, ni que las ahogue la lluvia, ni que las tinieblas las
cieguen.

Cada día cruzo el maldito jardín y escucho sus burlonas risas, todo lleno de color, tan lleno de vida.

¿Por qué las flores no lloran? ¿Por qué las nubes no se desasen? Es tan incómodo.

Atravieso rápido el floral para adentrarme en mi vacía habitación, sin luz, sin olor, sin dolor.

Siempre observo desde mi ventana el colorido y la alegría. Al caer la lluvia, los truenos me exaltan, pero ellas no parecen inmutarse, solo el viento a veces suele desmembrar en pétalos a esas burlonas egoístas.

Como me gustaría que las flores sangraran, o que lloraran tan siquiera.

Un día tuve una idea robada del viento, tomé todas las flores abiertas y hermosas del jardín, las llevé al interior de mi habitación, y las despedacé con mis manos; reía como demente mientras estrujaba esos colores entre mis dedos. Pronto toda la casa quedó repleta de esos felices cadáveres mutilados. Al fin ya no las escuchaba reír, al fin había silencio.

Cada día, todas las mañanas, miraba por mi ventana ansioso de que otra flor naciera, deseaba de manera obsesiva seguir estrujando flores.

Mi tranquilidad era más y más completa conforme más cadáveres coloridos
descansaban en mi piso. Su color opacándose por la falta de vida, su silencio, era gratificante.

Cada día y cada noche me sentía mejor, no me importaba la alfombra desecha de pétalos muertos que cubría cada rincón de mi habitación; casi puedo decir que era feliz, sin embargo ya había muchas flores muertas a mí alrededor. No podía dejarlas crecer en el jardín pero tampoco era coherente seguir bañándome en ellas.

Irónico fue que terminé llenando el suelo del propio jardín con sus propios frutos, pronto ese jardín copió la esencia de mi tranquila habitación, pero era distinto. Poco tiempo después, no sé si fue mi idea o realmente las flores nacientes empezaron a brotar en mayor cantidad, apareciendo sin descanso.

De día, de noche, siempre salían flores del maldito jardín, era tan cansado
matarlas a todas, se me entumían las manos de tanto estrujar,  y se me manchaban con el sucio color de sus cuerpos. Pero aún así no podía dejarlas reír de nuevo.

Recuerdo la vez que, agotado de tanto despedazar flores, regresé a mi tranquila habitación, mi acogedor y alegre hogar. Los pétalos muertos ya eran casi polvo, y en verdad había mucho polvo, entonces, flotando como mariposa, una roja flor ingresó libremente por la ventana, y cayó en el abrumador polvo, en la muestra arruinada que solían ser sus hermanas.

Una más que matar me dije, pero casi de inmediato me di cuenta de que ese pequeño retoño manchaba la superficie repleta de polvo, era como si estuviera llorando, como si estuviera sangrando.

Ese fue el momento, no sé si resultó ser coincidencia o fue una revelación. Quizás al pasar tanto tiempo entre ellas, la persona que más odiaba las flores, se convirtió en el ser que más las conocía; sin quererlo vivió siempre entre ellas, y al final, terminó comprendiéndolas.

Las flores no sangraban, porque las flores son la sangre viva de la tierra, son los estigmas evidentes de un llanto constante. Cada raíz de cada planta es una vena abierta y bombeante.

Porque la tierra necesita sangrar para soportar el dolor que le causa la existencia humana, porque la sangre es la muestra de la vida y la existencia.