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Principio de Causalidad: Toda acción nace de una causa. Crear consecuencias provocando las causas adecuadas es controlar la propia existencia. El arte de moverse con voluntad en la espiral del caos.
lunes, 15 de noviembre de 2010
En el nombre del Padre y del Hijo
- ¡El tanque de gas explotó papá, mamá está dentro!-
- ¡Aléjate pequeño bastardo!-
Y apartándolo de su lado, el hombre se sentó a la orilla de la acera en media
calle, con los codos apoyados en las rodillas y las manos cubriéndose el rostro.
De inmediato el niño se le acercó y con gritos desesperados le dijo:
- ¡Tienes que salvarla! ¡No quiero que mami muera! No quiero que mami se
muera…
El padre permaneció inmutable ante las súplicas de su hijo, quien en medio de
la desesperación cayó de rodillas y empezó a darle leves golpes con los puños
al hombro de este para que lo escuchara. El hombre sin embargo
permaneció donde estaba ignorando las súplicas del pequeño, en medio de un
mar de gente que se acercaba para mirar curiosos como los bomberos
inútilmente trataban de apagar el fuego.
Tiempo después del funeral, el padre y su hijo, que mas bien era su hijastro y a
quien no quería ni un poco, se fueron a vivir a una pequeña casa propiedad de
un familiar, que permanecía desocupada. El padre pensaba que era molesto tener que llevar al pequeño bastardo con él, pero después de todo era el responsable legal del
mocoso.
- Papa, quiero disculparme por pedirte que salvaras a mami, ya me han
explicado que era imposible salvarla porque ni los bomberos podían entrar,
pero es que… al verte llegar, no sé porqué creí que tú serías el único que
podría sacarla de ahí-
- Sí, si, si. Agradece que no entrara a ese infierno. O de lo contrario no estaría
aquí. Ahora vete por ahí, no quiero verte, me traes malos recuerdos-
El niño que ya estaba acostumbrado a tomar las groserías de su padre como
una señal de que al menos no lo ignoraba, se retiró sonriendo por primera vez
desde el incendio.
El padre, quien por cierto no tenía empleo, cosa común, se pasaba día
tras día frente al televisor sin nada mas que hacer. Todo el tiempo posterior a la
tragedia, ellos habían recibido cualquier tipo de ayuda de parte de familiares y
amigos, desde encargarse de que el niño continuara asistiendo a la escuela,
hasta la comida y casa donde vivían, con lo cual, el padre creía que era
innecesario trabajar por más, y se esmeraba en hacer creer a los demás, que
aún se encontraba muy afectado por la muerte de su esposa como para salir a
la calle y recuperar su vida.
No podían quejarse de nada en verdad, una tía del niño iba hasta su
casa para cocinarles, limpiar el lugar y lavarles la ropa. Puede que, los
familiares de la madre se sintieran más que responsables por lo que podría ser
del niño ahora que ella no estaba, y por eso trataban de aminorar la carga del
padrastro, quien era casi un desconocido para el resto de la familia materna,
todos en silencio temían que un día él simplemente desapareciera dejando solo
al niño. Esta acción no sería perjudicial por sí misma, el problema era que el
pequeño parecía quererlo tanto, al punto de no saber que le provocaría una
segunda pérdida aún más dolorosa, el abandono.
Un día poco después de la tragedia, los tíos mas cercanos al niño, trataron de
convencer a este de irse a vivir con ellos, así estaría acompañado de sus primos. En
realidad para los tíos lo importante no era que el niño tuviera compañía, sino
sacarlo del ambiente tan deprimente en el que habitaba junto a ese extraño que
nadie conocía bien, porque en verdad era un desconocido para todos, excepto
para el niño al parecer, que decía querer estar junto a él.
El niño nunca dio mayor explicación o señal del porqué prefería permanecer
solo con su padrastro en una casa vieja. Pero en su interior, el pequeño
recordaba claramente cada día las palabras que una vez le dijo su madre, y
que por nada del mundo él diría a ninguna persona:
- Hijo, hijito, ven acá, acércate para que tu padre no nos oiga-
- ¡Qué te pasó en la cabeza mamá! ¡¿Por qué estas sangrando?!-
- Escucha mi amor, nunca le digas esto a nadie, por favor, no podría soportarlo.
Escucha: papá no es una buena persona, él le pega a mamá, y podría pegarte
a ti también, pero no podemos abandonarlo, nadie puede saber que en esta
casa pasa esto. Así que tenemos que ayudar a que papá mejore, ¿sí?
Tenemos que ayudarlo a cambiar, y cuando eso pase, podremos ser una
familia muy feliz, ¿no te gustaría eso, que seamos muy felices? Tenemos que
ayudar a papá, tenemos que querer a papá-
- Está bien mami, pero ya no llores, ya no llores más-
Y mientras secaba con las manos las lágrimas de su madre, el niño se
convenció de que lo que dijo su madre era lo que tenían que hacer.
El tiempo al lado de su padre trascurrió. Un día al llegar de la escuela, el pequeño corrió hasta la sala de la casa donde de
seguro estaría su padre viendo la televisión, para mostrarle lo que traía
-¡papi mira, mira! ¡Es mi examen, casi obtuve un cien, la maestra me felicitó
ante todos por ser la nota más alta del grupo!-
- ¡Silencio! ¡Ah maldito bastardo, no vez que estoy observando las noticias, es
muy importante ver las noticias ¿acaso no lo sabes?!-
De inmediato el pequeño bajo la cabeza, y sintió como la alegría que venía
albergando su corazón desapareció tan rápido que no supo ni tan siquiera
como reaccionar.
- Esta bien papi, perdón yo solo quería…-
No pudo más y salió corriendo hacia su cuarto, ahí se encerró el resto de la
tarde, llorando y pensando: “tenemos que querer a papá, así seremos una
familia feliz, si logro cambiar a papá ¡tal vez mi madre regrese! No, ella ha
muerto y nunca volverá”
El tiempo siguió su curso, y poco cambió en la vida de los que habitaban en
esa vieja casa, dos almas solitarias flotando sin sentido, una sin nada que
hacer en la vida, y la otra con mucho que hacer: estar junto a la primera.
El último día fue terrible, el padre había bebido tanto que se había dormido en
el piso frente al televisor, al llegar su hijo de la escuela trató de despertarlo
pensando que se había desmayado. Al abrir por fin los ojos el padre, sintió
tanta rabia de ver el rostro lloroso del mocoso frente al él gritándole que no lo
abandonara que no contuvo su impulso y lo sujetó con ambas manos del
cuello.
- ¡Cállate, ya no quiero oírte más, has silencio de una vez por todas!-
Un instante antes de que el niño perdiera el conocimiento por fin lo soltó.
- ¡Vete, largo!- le gritó
El niño aún mareado, a como pudo llegó hasta su cama en donde se recostó
hasta quedar dormido.
Mas tarde, en la noche, el padre se vio invadido por el instinto asesino
nuevamente, se levantó del sillón frente al televisor y caminó hasta la
habitación del niño.
- Con que estás dormido ahora, deberías estar así de quieto siempre, sería
mejor para mí. Cuando murió tu madre jamás pensé que tendría que hacerme
cargo de ti, pensé que te irías con tu familita y me dejarían en paz. Pero no, le
dijiste a todos que querías estar a mi lado, de verdad eres un demonio, no
quisiste abandonarme para así poder seguir molestándome ¿verdad? Y lo peor
es que no pude negarme, no frente a toda la familia.
Por eso tendrás que pagar, así como lo hizo tu madre; abrir la llave del gas y
salir un rato a caminar sabiendo que tu madre pronto iría a encender la cocina
para hacer el almuerzo, eso fue fácil ¡¿Pero por qué no estabas tú adentro
también?! Bueno, eso ya no importa-
Y tomando la almohada en la que reposaba la cabeza del niño, la colocó
fuertemente sobre su cara. No hubo lucha, no hubo reacción alguna,
simplemente el cuerpecito dejó de respirar, de sentir, de vivir.
Antes de retirarse, el hombre observó una pequeña tarjeta que reposaba en el
lugar debajo de donde estaba la almohada, sintió curiosidad por ver que decía:
"Feliz día del padre
Para mi papá:
Que a pesar de no ser mi verdadero padre no me abandonó aún cuando mami ya no estuvo"
Después de leerlo, el hombre simplemente se fue, tenía que desaparecer de
ese lugar, ya que no podría encubrir otro asesinato. No podría explicar por qué
el niño yacía inerte en su cama.
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